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"No hay sostenibilidad sin justicia": Javeriana lanza informe que vincula crisis climática con desigualdad en el país.
El documento, titulado "Transición justa hacia la sostenibilidad", subraya que la crisis global no es solo un fenómeno ambiental, sino también el reflejo de una profunda desigualdad social y económica, con datos que lo demuestran en Colombia. lee el informe completo aqui
La confluencia de diferentes eventos producidos por el deterioro de los ecosistemas como la crisis hídrica en la capital, las lluvias extremas que generan movimientos de la tierra y los eventos climáticos extremos con la permanente pobreza y violencia son evidencia de una doble crisis: la ambiental y la social. Ante este panorama, el concepto de “transición justa hacia la sostenibilidad” emerge como un camino para abordar ambas problemáticas de forma simultánea y estructural.
El informe "Transición justa hacia la sostenibilidad" del Laboratorio de Sostenibilidad Empresarial aborda puntos de la crisis actual y hace énfasis en como los cambios vayan más allá de soluciones socio-técnicas, que comprendan, en cambio, la realidad compleja de estos procesos. Esto implica conocer las instituciones, las estructuras de poder e imaginar-crear futuros posibles. De esta manera, se reconocería, por ejemplo, como el sistema de poder actual ha priorizado el beneficio económico por encima de la humanidad y la naturaleza, una dinámica que, de no corregirse, podría perpetuar las injusticias.
Discusiones clave: la raíz de la crisis y sus datos
La crisis global, que se evidencia en Colombia, es un reflejo de estructuras históricas que han mantenido la desigualdad. A nivel mundial, la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado: la riqueza del 1% más rico del mundo se ha duplicado desde 2020, mientras que la de casi 5 mil millones de personas ha disminuido. Este mismo 1% es responsable de una cantidad de emisiones de carbono similar a la de los dos tercios más pobres de la humanidad (UNDP, 2024; Riddell et al., 2024).
En Colombia, estas cifras se manifiestan en un alto índice de desigualdad. Un dato contundente lo ilustra: el 1% de la población posee el 80% de las tierras, una concentración que, además de ser una fuente histórica de conflicto, ha impulsado la degradación ambiental a través de la eliminación de ecosistemas. La pobreza multidimensional es significativamente más alta en zonas rurales y dispersas (25.1%) en comparación con las cabeceras municipales (8.3%), lo que evidencia una marcada disparidad en el acceso a servicios básicos y oportunidades.
El sistema energético: un caso de estudio
Un ejemplo concreto de la necesidad de esta transición es el sistema energético. En Colombia, más del 89% de la producción de energía se basa en combustibles fósiles, como petróleo y carbón, de los cuales más del 50% se exporta. Si bien estas exportaciones han sido un motor económico, los territorios, sus comunidades y sus ecosistemas enfrentan los costos: deterioro ambiental, cambio en las dinámicas sociales, dependencia económica. A pesar de las regalías e impuestos que generan, estos ingresos no siempre se traducen en mejoras significativas en los indicadores de pobreza, salud o educación para las poblaciones locales. Por el contrario, experimentan contaminación del agua y el aire, enfermedades y la ruptura de sus tejidos sociales.
Las tensiones también emergen en los sistemas alimentarios y urbano. En el primero, el laboratorio hace una revisión de como bajo la bandera de “erradicar el hambre” se ha impulsado un sistema que homogeniza la naturaleza, disminuye su agrobiodiversidad priorizando productos transables en el mercado y, incluso, ha pasado por encima de la alimentación misma produciendo menos diversidad de alimentos a partir de procesos que dañan los suelos, contaminan agua y aire, entre otros que ponen en duda la inocuidad de los alimentos. En Colombia esto está acompañado de los complejos procesos de tenencia de la tierra, la ganadería extensiva por encima de la vocación agrícola, el abandono del campo, entre otros.
En el sistema urbano, se pone en contraste el derecho a la ciudad y las relaciones de la ciudad con los territorios de los que depende: de donde provienen alimentos, agua, materiales y energía. Se hace alusión a las dinámicas urbanas en Colombia y como la ciudad es receptora de migraciones producidas por la violencia y la falta de oportunidad. Aunque la ciudad suela verse como el entorno de oportunidades, lo cierto es que muchas de estas poblaciones terminan en cinturones de miseria o en periferias olvidadas que son receptoras de muchos de los impactos propios de los centros urbanos.
Con este informe del Laboratorio de Sostenibilidad Empresarial inicia una exploración de las tensiones en los sistemas energético, alimentario y urbano, con el objetivo de profundizar en conversaciones sobre cómo imaginar, planear y crear futuros que sean a la vez sostenibles y equitativos.